[Publicado originalmente en la Revista Ñ el 27/05/11]
El novelista londinense de ciencia ficción describe en esta entrevista exclusiva su visión personal de su obra y cómo se sitúa en el mundo.
Por Andrés Hax
La apariencia de China Miéville es una parte clave de su aura: alto y fortachón, con la cabeza totalmente rapada y cinco aros grandes en su oreja izquierda, podría bien ser un personaje de sus propias novelas. Recientemente agregó a su imagen corporal un tatuaje grande y colorido en su brazo derecho. Es un monstruo inventado por él mismo llamado skulltopus, un híbrido entre un skull (calavera) y un octupus (pulpo). Como muchos de los monstruos en el mundo de Miéville, el skulltopus es un maravilloso y grotesco invento que satisface a nivel visual, pero también tiene un trasfondo teórico.
En una entrevista por correo electrónico con Miéville (que se encontraba en Boston, promocionando su nueva novela, Embassytown), comenzamos por una pregunta frívola:
¿Nos podrías contar sobre tu nuevo tatuaje?
Es un homenaje a las dos tradiciones de lo fantástico al cual yo me adhiero. El weird [raro] simbolizado por el pulpo y lo Hauntological [una palabra compuesta inventada con la raíz haunt, atormentar o embrujar. ed.] simbolizado por la calavera.
Los considero tradiciones contradictorias que tiran en direcciones diferentes, por lo tanto el skulltopus es una combinación imposible.
Una versión más larga a esta pregunta que explica el tatuaje, se puede encontrar en un ensayo que escribí y que está on line en el siguiente link:http://blog.urbanomic.com/urbanomic/pub_collapse4.php
Hemos estado siguiendo tu blog, rejectamentalist manifesto. ¿Por qué comenzaste a bloguear? ¿Qué función cumple en tu rutina como escritor?
Un lector me regaló el url insistiendo que lo usara para hacer algo. Inicialmente estaba nervioso, pero luego me interesó mucho. ¿Qué función cumple? No lo sé. No tiene ningún lugar en mi rutina, porque no tengo tal cosa. Espero que termine siendo algo propio, irreducible a otra cosa; que tenga un genio y curiosidad propia y vívida y que no sea nada más que el rejectamentalist manifiesto.
Tu reputación se está agigantando merecidamente. ¿Deseas ser famoso? ¿Temes por el efecto destructivo de la fama?
Me siento increíblemente afortunado. Lo único que podría realmente desear es poder escribir a tiempo completo, pagar mi hipoteca con la escritura, y estoy logrando hacer esto. Nunca me olvido de lo extraordinario que es esto. Seguro que codicio, o por lo menos quiero, que me lean tantas personas como sea posible. No creo que codicio la fama como una cosa en sí, pero sí quiero que mucha gente lea los libros.
Hay otros beneficios que son agradables, como tener una plataforma para hacer públicas mis opiniones políticas o de otra índole; y que la gente preste algo de atención. No diría que sea destructiva, lo positivo pesa muchísimo más que lo negativo. Sin embargo, hay aspectos negativos. Las críticas y las expectativas son unas de ellas. Pero sería absurdo y desagradecido de mi parte quejarme. En el mejor de los casos un lectorado más grande le podría obligar a uno mejorar su escritura. Espero que sí. Trabajo con muchas ganas y quiero seguir haciéndolo.
¿Desesperas por la humanidad? ¿Todo esta bastante sombrío?
De ninguna manera. Por cada momento sombrío y desesperante —y en el Reino Unido las cosas están tóxicas y desagradables, a un nivel político, como lo están en tantos otros lugares— hay también, por ejemplo, la plaza de Tahrir. Ese espíritu ahora es como un Bacillus rojo hacía España, y celebro esa infección.
Como pasa muchas veces en estos momentos cuando las cosas están horrorosas, hay muchas cosas inspiradoras. La valentía de los que han cambiado el maligno mundo de la política me deja anonadado. Políticamente soy un optimista. Y no hay contradicción en combinar ese optimismo con la sensación de que vivimos en lo que son, en muchos lugares, tiempos desagradables.
Pero las cosas nunca son de una manera u otra. Se extiende tiesamente con contradicciones políticas. Este es el motivo por el cual los eventos suceden tan precipitada e inesperadamente; y por qué inspiran tanto. Sería zonzo estar relajado políticamente. Estoy muy preocupado y creo que con razón. Pero sería rendirse a la repetida difamación de la humanidad estar sin esperanza y excitación. La desolación y la resistencia parpadean en superposición.
¿Hay un gran trabajo secreto delante de ti? ¿Un Moby Dick o un Finnegans Wake?
Si hay una obra secreta, gran o no, y lo revelo, ya no será una obra secreta. Y con ese cambio de su naturaleza la traicionaría, ¿no cierto? Entonces espero que me perdones, pero tu pregunta contiene la respuesta negativa dentro de ella. Tengo planes. Eso es seguro.
China Miéville: “El desprecio por la literatura fantástica es inexplicable”
[La siguiente entrevista fue publicada en el diario Clarín el 02/08/2006/02/08]
Aunque lo han comparado con Tolkien —por los gigantescos mundos imaginarios que inventa repletos de monstruos impensables, facciones políticas radicales, y tecnologías bizarras—, para hacerse una imagen de China Miéville habría que hacer un cruce entre Víctor Hugo, William Burroughs y H.P. Lovecraft. Con sólo 33 años, es considerado uno de los autores más importantes dentro del género fantástico. Ha ganado el Arthur C. Clarke (uno de los premios más importantes de ciencia ficción) dos veces. Su nouvelle The Tain (El azogue) fue editada por la editorial Interzona.
—Una de las cosas que pasa siempre en sus novelas es que lo familiar resulta extraño y lo extraño, familiar. ¿Es una táctica literaria consciente?
—Sí, es intencional. Suena terriblemente pretencioso cuando lo digo, pero es un intento de ubicarme en la tradición de defamiliarización que fue utilizada más intensamente por los surrealistas. Lo que los surrealistas llamaban belleza convulsiva es muy importante para mí. Creo que el género de la fantasía, en su mejor nivel, trabaja muy bien con la defamiliarización y la alienación. Por eso siempre digo, medio en chiste, que la ciencia ficción es la rama “pulp” del surrealismo. Hay cosas raras en mis novelas pero intento presentarlas sencillamente. Quiero crear en el lector lo que en inglés se llama culture shock o la sorpresa cultural. Cuando uno está en otro país, las cosas que lo sorprenden profundamente no son los grandes monumentos culturales — como las pirámides o la Torre Eiffel— sino las cosas que son obvias para un lugareño: cómo se pide un taxi, el sonido del teléfono, o cómo se sienten las monedas en la mano.
—¿Le molesta que el establishment literario excluya a la ciencia ficción de la categoría de literatura seria?
—He tenido bastante suerte ya que hay mucha gente que me dice: “Yo nunca leo ciencia ficción pero me gustan sus libros”, lo cual me cae bien. Pero la marginalización de la literatura fantástica —ciencia ficción, horror, fantasía— en general es sumamente molesta. Lo digo siempre en el caso de M. John Harrison, por ejemplo: si uno está limitado por una visón convencional de lo que es la literatura contemporánea no se dará cuenta al leerlo que está en presencia de uno de los escritores vivos más grandiosos, sea cual sea el género de sus obras.
—¿Y a qué se debe esta falta de respeto al género?
—Es complicado. Una de las cosas que a mí me encanta de la ficción fantástica es que es heredera de la tradición visionaria: de los poetas estáticos como William Blake o Francis Thompson. Lo complicado cuando uno argumenta con lectores convencionales que desprecian el género es que es verdad que hay muchos autores del género que francamente no son muy buenos escritores. Eso en cuanto a su prosa; pero lo importante es que tienen visiones increíbles y eso es lo que nos interesa como lectores. H.P. Lovecraft es un ejemplo de esto: su prosa no es muy buena y su habilidad para contar cuentos tampoco. Pero la sensación de asombro que crea es tan extraordinaria que prefiero toda la vida leerlo a él que a los 10 mejores jóvenes novelistas de Granta.
—¿Cómo influye su vida política en su trabajo literario?
—Bueno, yo soy socialista y estoy muy activo en varias organizaciones locales acá en Londres. Entonces mucha de esa experiencia entra en mis novelas. Por un lado, uso eso porque me interesa. Pero por otro lado hace que los mundos que invento sean más creíbles. También soy siempre consciente de que mi trabajo como novelista no es hacer un discurso político. Quiero que alguien disfrute leyendo mis novelas por más que no estén de acuerdo con mis posturas políticas o si simplemente no les interesa la política. Entonces mis novelas tienen política, y si te interesa, muy bien. Y si no, ojalá los monstruos y las batallas te hagan seguir leyendo.